jueves, 9 de marzo de 2017

EL REGRESO DE LOS GIGANTES



En la feria de las pulgas de Quilpué, Antonio Guzmán encontró a muy buen precio el domingo pasado, un ejemplar del catálogo El regreso de los gigantes, que corresponde al documento que venía con la muestra de neo-expresionistas berlineses que fueron expuestos en el MNBA, probablemente en el 2004. Cual no sería su sorpresa cuando verificó que uno de los textos de la publicación estaba escrito por Ivo Mesquita. Era, entonces, una colección alemana –nada menos que del Deutsche Bank- que había pasado, ya, por la Pinacoteca de Sao Paulo.  Exposiciones como éstas son difíciles de encontrar hoy día. Digo, por su calidad. 



Antonio Guzmán se acordó de otra gran exposición, histórica, a la que todo el mundo acudió para copiar y guardar silencio. ¿Quién no recordará La Figura Heroica, que se expuso entre abril y mayo de 1984 en el MNBA?  Había pinturas monumentales de  Julian Schnabel,  David Salle, Robert Longo y Cindy Sherman. Todas las pinturas “de la Chile” de ese entonces se parecían a “la figura heroica” de su propia resistencia.  Antonio Guzmán cursaba el segundo año en Playa Ancha y  todos sus compañeros pintaban según este nuevo canon.  Pero esos fueron los referentes que hasta ese momento solo accedían a través de las revistas que llegaban al  Chileno-Norteamericano, nada más.  En el Goethe también había revistas, pero allí se encontraban los expresionistas alemanas y libros con muy buenas fotos de Beuys.

Sin embargo, lo peor fue que se acordó de un video en que había un pintor chileno de los sesenta,  sentado frente a un cuadrito de 50 x 50,  y hablaba del expresionismo. Pero eso no daba ni para un movimiento de muñeca. Esa era la diferencia de proporción entre una “figura heroica” y La Figura Heroica.  ¿Por qué lo peor? Simplemente, porque tuvo que poner la cara delante de los estudiantes de su curso de pintura, al ver que se enfrentaban a la amplitud del gesto de Karel Appel, en otro video “informativo”. 

A  Karel Appel ya lo había visto, en la exposición del Grupo Cobra, que se exhibió en el MAC-Forestal, seguramente gracias a platas alemanas.  El hecho es que Antonio Guzmán llevó a sus alumnos a ver la exposición de Claudio Bravo en el MNBA, pero estaba lleno y no pudieron entrar. La cola era interminable. Entonces, para no perder el paseo, se los llevó al museo de al lado, donde no había nadie, y se encontraron con la exposición de Cobra en la que había una gran obra de Karel Appel.

En el catálogo El regreso de los gigantes, el texto de Ivo Mesquita hace estado de la conflictividad entre la trans-vanguardia italiana y los neo-expresionistas alemanes. Lo que se instaló en Chile fue el modelo de la trans-vanguardia, porque era más ligero. En cambio, los alemanes daban mucho trabajo. Eran más ácidos. Y recuerdo haber visto páginas de Flash-Art donde había fotos de otros alemanes,  pero que eran de Colonia (Mühlheimer Freiheit).  De todo eso, solo había conocimiento por la revistas, algunas de cuyas páginas eran lisa y llanamente arrancadas.

En ese momento, fue  organizado el envío chileno a la Vº Bienal de Sidney, que resultó de una extraña y no menos sorprendente solución de compromiso, en la que se vieron obligados a comparecer, Dittborn y Díaz,  habilitados por Juan Domingo Dávila, que era el garante de dicha invitación, a través de la curatoría de N. Richard.  Curiosa situación en la que yo me encontraba, puesto que ese año escribí sobre la obra de Díaz.  Pero sobre todo, Díaz me condujo a escribir sobre las obras de Adolfo Couve y de Samy Benmayor, en los primeros meses de 1985. 

Lo que no hay que dejar pasar es el hecho que, en 1985, Bororo gana el premio de honor de la VII Bienal de Arte de Valparaíso, con la pintura del  “califon”.  Entonces, es un año clave para el destino de la pintura neo-expresionista chilena.  Curioso, ¿no?

En 1986,  tomándose una foto de grupo igual que en el catálogo de La figura heroica,  un grupo de pintores de Valparaíso expuso en el Instituto Cultural de Las Condes, bajo el título La última playa. Allí estaban Edwin Rojas, María Ester Saldivia,  Andrés Montenegro, Andrés Merino, Esperanza Calacic, Roberto Cárdenas, Mario Ibarra  y Antonio Guzmán.  Ese fue, si se quiere, el  primer neo-expresionismo porteño. ¿Qué tal?


¿Se entiende ahora lo grave que puede ser, encontrarse un catálogo perdido en una feria de pulgas en Quilpué?

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