lunes, 5 de mayo de 2014

HEROES LOCALES

Seguimos, en el Parque, con nuestra política de visibilización de nuestros héroes locales. 

¿Por qué los llamamos héroes? Porque han estado siempre solos, como los poetas andaluces, pero han persistido contra viento marea a toda tentativa de omisión de la historiografía. Es curioso que los propios críticos de esta ciudad sean los principales responsables de la borradura de quienes, en definitiva, son la más viva expresión de lo que he denominado densidad porteña

Un héroe local es una persona que resume en su propia existencia lo que llamaré “biografema”; es decir, una unidad biográfica mínima de proyección significante. Es decir, que proporciona un diagrama para el análisis de un período, a partir de la singularidad de una obra. 

Héroe local significa representar una tendencia que  ha permanecido invista, en un tiempo largo, desde que se fundó el Departamento de Artes Visuales en la sede Valparaíso de la Universidad de Chile, en la época de la reforma universitaria. Nombraré a uno: Francisco Rivera Scott. Hay otros, que ya serán nombrados. Lo que justifica ponerlo ahora en primera línea es porque dentro de unas semanas vamos a inaugurar su exposición en el Parque, bajo el título Sistemas Progresivos Opuestos


Todo esto obedece a un plan estratégico destinado a relevar los momentos más significativos de la historia local de la visualidad. Entre diciembre del 2013 y octubre del 2014 habremos exhibido a tres héroes locales:  Marco A. Hughes, Francisco Rivera Scott y Hugo Rivera Scott.  

Entonces, esta decisión de exhibir a lo largi de este año a tres artistas que han contribuido a montar una densidad local, satisface dos cosas; por una parte, permite producir un nuevo tipo de discursividad  sobre las singularidades perdidas de lo local ; por otra parte, obliga a reconsiderar el modo como se organizan las escena locales en la historia del arte chileno. Esto quiere decir que lo que vale es el modo como cada uno de estos artistas se formó como tal, bajo qué condiciones, en que conyuntura y respondiendo a qué desafíos. Eso es todo.  

Por ejemplo; Francisco Rivera Scott es de esas personas que son heroicas porque han sido fieles a sus propias convicciones, en la larga duración, sin mayor aspaviento, sin énfasis espectacularizante, sino tan solo a través de la persistencia de un trabajo que adquiere proyecciones formales de una envergadura que ni se sospecha. 

Esto no tiene que ver con las historias darwinistas que se escriben cada “movimiento” replicado en nuestra escena como una delegación subordinada. No es el caso. No hay relación alguna de Francisco Rivera Scott con “la historia de la pintura geométrica”, instalada gracias a una inflación desmedida de ciertas obras,  realizada gracias a una singular intervención museográfica que recién tiene diez años. Ni siquiera tiene que ver con la epopeya de las “geometrías sensibles”, denominación en la que se refugió una abstracción criolla asediada por la hegemonía universitaria del informalismo, desde mediados de la década del sesenta en adelante. 

¿Con qué tiene que ver  la obra de Francisco Rivera Scott? Con un cierto proto-conceptualismo que se gestó en Valparaíso, en un momento de transferencia informativa que no pasó siquiera cerca de las preocupaciones de la Facultad de Bellas Artes en Santiago. 


De todo esto ya comenzamos a  hablar en el Centex, hace unos meses, con Hugo Rivera Scott.  Pero de lo que no hemos hablado, y habrá que hablar, es de las obras de Francisco Rivera Scott, que serán exhibidas, dentro de dos semanas, en el Parque, como un tributo inicial a los años en que se pensaba que el senado universitario debía ser el “senado de la ciudad”.  Porque toda la obra de Francisco Rivera Scott proviene de la conversión de un realismo arquitectónico en las líneas de fuerza de un sistema retentivo, destinado a inscribir las estructuras básicas de la representación.

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