sábado, 19 de abril de 2014

El senado de la ciudad

No hay que renunciar a la exigencia analítica mientras estamos consumidos por la fiebre acontecimiental. He escuchado a una autoridad cuyo nombre no retuve, ya que tomé sus palabras en la radio como si fueran una epifanía joyciana, que aprovechaba esta ocasión para fustigar a quienes lo han enfrentado. Decía que ante la realidad del incendio no cabían los reclamos por los ascensores y el mall. Hablar de eso sería una ofensa a los que sufren. El argumento está perfecto: la catástrofe consiste -también- en borrar las condiciones bajo las cuáles ciertos hechos tuvieron lugar.

En este terreno, sin embargo, no habrá catástrofe. Mientras exista gente como Luis Alvarez, no habrá catástrofe. Ayer publicamos en el facebook del Parque la carta que ha dirigido a sus alumnos y colegas. Esta es la prueba efectiva de que el conocimiento se levantará contra los Operadores. Ya saben a qué me refiero. Su ineptitud estructural ha quedado en evidencia. Cuando en su carta, Luis Alvarez hace mención a las palabras de Godo Iommi y a su hipótesis de que el Senado Universitario debía ser el Senado de la Ciudad, ciertamente hablaba de otra universidad y de otra clase política. De todos modos, la necesidad de su desplazamiento se hace más necesaria que nunca. Existe una discursividad en el campo de la arquitectura, del urbanismo y del medioambientalismo que ha alcanzado un alto grado de elaboración y que en estas décadas no ha sido leída por el Partido, como dispositivo de lectura y de estudio de una formación local.

Me refiero a la categoría-partido como el nuevo modelo de manejo de lo que existe, mermado por la pulsión del cálculo de dominio, comandado por una concepción militarista decimonónica de la ocupación de espacios sociales. Degradando, incluso, su propia matriz bolchevique. El problema es que su descomposición orgánica e intelectual no le ha permitido ver de qué manera otras discursividades han emergido. Se trata de dispositivos de conocimiento flexibles y metodológicamente pertinentes que anticipan el porvenir.

El Senado de la Ciudad ya existe. No tiene forma. Pero se desarrolla bajo configuraciones múltiples, que canalizan y diversifican los flujos de un conocimiento territorial efectivo, que supone el acopio de experiencias micro-barriales que se convierten en iniciativas de montaje de la singularidad.

La categoría-partido sostiene la operatividad de las instituciones. El aparato del Estado le está subordinado y debe hacer extraordinarios esfuerzos por rebajar el rol de dicha categorización. ¿De qué manera ha respondido? Con la nominación de un Delegado especial.

En Senado de la Ciudad no tiene forma, pero existe en la singularidad conectada de múltiples iniciativas que por las fisuras de la Administración ha podido dar prueba de una extraordinaria eficacia afectiva. Incluso, le ha podido señalar los puntos de intervención inmediata, porque ya habían elaborado confianzas a través de un trabajo comunitario de hormiga y hacían manifiesto un conocimiento exhaustivo del terreno. En estas situaciones de crisis de credibilidad en la autoridad, las singularidades de este “senado de la ciudad” diseminado ha demostrado su pertinencia y eficacia. Campañas tan efectivas como Una mochila, un niño y Una cuadra, una cocina, son una de tantas muestras de iniciativas que emergen desde una experiencia territorial que pone el acento analítico en el fortalecimiento de los imaginarios barriales. Lo que diré es tan solo un ejemplo: donde hay cómo hacer comida se recuperan las pequeñas prácticas de convivialidad y se obtiene una información de gran calidad, en la primera línea del dolor. Lo que repara es, sobre todo, la palabra. Cuando se han quemado los libros, los álbumes familiares, los útiles escolares, por nombrar algunos soportes documentarios de la memoria familiar, está la palabra.

Sin embargo, las iniciativas flexibles de estas autonomías singulares deben conectarse entre si para enfrentar la recomposición del Discurso (del) Delegado. Este es un nuevo actor que viene a coordinar lo que ha sido imposible de coordinar. El “senado de la ciudad” debe hacerse escuchar bajo nuevas condiciones, combinando el Saber universitario (existente) y la experiencia micro-politica de las comunidades de vecinos y de los grupos autónomos que trabajan (desde hace tiempo ya) en el territorio.

Este concepto de Senado de la Ciudad que recupera Luis Alvarez del discurso de la reforma universitaria de los años 66-67 nos pone ante la oportunidad, la posibilidad real, de iniciar una segunda reforma universitaria, que re-defina y recupere las relaciones que en un momento se tejieron entre Saber y Ciudad y que sostuvieron lo que se ha dado en llamar densidad porteña

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